Teodoro, invitado por Fernanda Laurel do Marinho, realiza un viaje relámpago a Portugal, momento que aprovecha para hacer una visita a la Fabrica de Loza de Bordallo Pinheiro.
Estando Teodoro, el gaditano cosario, por tierras gallegas, dedicado a hacer cambalaches con su café El Notario, recibió una llamada sugerente de Fernanda Laurel do Marinho, con una invitación embriagadora que aceptó instantáneamente, a resultas de lo cual quedaron citados en Oporto.
Aquella tarde, paseó Teodoro contemplando la puesta de Sol en la playa de Riazor, mientras imaginaba el par de días que pasaría junto a su rubia portuguesa. No se veían desde el mes de Octubre cuando el mercadillo de las fiestas de Vila Real de Santo Antonio.
Como un Ulises gaditano, Teodoro se enfrentaría a una Odisea: iría, en tren de media distancia, desde A Coruña a Vigo, exactamente a la estación Vigo-Urzaiz, desde allí recorrería, a paso ligero, los dos kilómetros hasta la estación Vigo-Guixar, donde tomaría el tren Celta, un viejo ferrobus a motor diesel, que lo llevaría hasta Oporto, exactamente hasta la estación Oporto-Campanha, donde lo recogería Fernanda con el primer beso escueto, en la mejilla, a modo de recibimiento.
Y así fué. Partió y llegó a Oporto. Juntos pasaron una agradable velada portuense (de Oporto, no del Puerto de Santa María), hablando de los amigos comunes y fantaseando sobre ellos dos. Luego se pusieron tiernos y tomaron el camino hacia el encuentro de sus almas pecadoras.
A partir de aquí, no debemos entrar en más detalles, solo admirar las mismas vistas que vio Teodoro, desde el balcón de la fantástica casa restaurada de Fernanda, mientras saboreaba el Lagavulin con un cubito de hielo y escuchaba el suave susurro de su sueño.
Por la mañana, aún todo era bello.
Teodoro había accedido a acercarse a Oporto a condición de que Fernanda aceptará la invitación del viaje al día siguiente a un lugar sorpresa.
La sorpresa se llamaba Hotel Bussaco Palace,
a unos 25 kms de Coimbra.
Un hotel monumental, manuelino en sus formas; un hotel de 5 estrellas con habitaciones venidas a menos, pero con un encanto especial, tanto por su arquitectura como por sus jardines.
Algo con cierta prestancia y un precio más que ajustado, dos condiciones que le parecieron perfectas a Teodoro, un hombre de muchas pretenciones y pocos cuartos.
El hotel Bussaco fue un digno nidito para una pareja como ellos
Subieron y bajaron,
entraron y salieron
y por la mañana desayunaron
Fernanda estaba encantada con su Teodoro y su regalo en forma de hotel. Pero la autentica sorpresa se hallaba en el pueblo Caldas de Rainha, más o menos a una hora y media de carretera de Bussaco.
En Caldas de Rainha se encuentra la Fabrica de Loza de Bordallo Pinheiro, frente al parque Dom Carlos I
fundada en 1.884 y que continua, hoy en día, ofreciendo unas piezas de factura muy original por sus formas y colores.
Tienen una tienda de venta directa al público, donde se pueden encontrar las ultimas piezas a un precio, más o menos equilibrado, sobre todo, sin los sustos que te pueden dar en algunas tiendas especializadas en cerámica.
Jarras inspiradas en motivos de uvas y platos con relieves de bellotas y hojas de encina, sacados de la naturaleza de forma realista.
Unas setas grandes de colores marrones naturales que se usan de decoración, para ambientar una mesa con motivos naturales.
Unas ensaladeras o platos de aperitivos con hojas como fondo y pajaritos en relieve con tonos azules-verdes.
Una colección en rojo bermellón inspirada en las fresas, platos, tarteras y ensaladeras jugando con el motivo en verde hierba y el rojo de la fresa.
La tienda tiene en el piso superior, al que se accede por unas escaleras que se encuentran en el extremo de la sala, una exposición, a modo de out-let, con las piezas en rebajas del 30 o el 40%.
Son colecciones de temporadas anteriores pero que no han perdido el encanto de estas piezas, como estas tazas y boles de diferentes tamaños en rosa palo.
Esta colección, de pescados en rojo-granate y negro, mezclado con otras piezas en blanco.
Otra colección, rebajada, en colores otoñales y unos zorros como detalle en relieve.
Y piezas sueltas, ideales para un pequeño detalle de juego de café o juegos de platitos de pan.
Aquí fue, en la tienda outlet, donde Teodoro, el gaditano romántico, se estiró y sacó la de Ubrique para tener un detalle con su rubia portuguesa.
De vuelta a Oporto Fernanda colocó los platos y bandejas, junto a otros que tenia, en el mueble restaurado de su cocina.
Teodoro, había quedado con su amigo "El Pulpo", de paso por Oporto con asuntos de compra y venta de vinos, y juntos hicieron el camino de regreso a la madre patria vía Badajoz, por supuesto, en el coche del onubense, sin cargo de gasolina ni peajes para el bolsillo maltrecho del gaditano, aún más fatigado tras el desembolso enamorado de loza que había hecho en la fabrica de Bordallo Pinheiro.
En Sevilla tomó el tren de media distancia hasta su Cádiz natal.
Iba Teodoro, en el tren pensando y oliendo aún a Fernanda, cuando le entró la melancolía de los amores lejanos, suspiraba y miraba por la ventana del vagón, con ojos grandes de vaca, leyendo un folletín casero de propaganda (¡¡¡Para Dona Conceiçao nao existe problema sea soluçao¡¡¡¡) que había recogido del suelo en Caldas de Rainha mientras caminaba con Fernanda hacia la Fabrica de Loza de Bordallo Pinheiro.
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